sábado, 8 de septiembre de 2007

La Peligrosa Idea de Darwin

Extracto de "Despertando del sueño del meme" de Susan Blackmore.

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Existe una idea científica que, en mi opinión, supera a las demás. Es exquisitamente simple y bella. Explica los orígenes de todas las formas de vida y de todo diseño biológico. Descarta la necesidad de Dios, de un diseñador, de un plan maestro o de un propósito en la vida. Sólo a la luz de esta idea cobra algún sentido la biología. Es, por supuesto, la idea de Darwin de la evolución por selección natural.


Las implicaciones de la selección natural son tan profundas que la gente se ha visto asombrada o enfurecida, fascinada o ultrajada, desde que fue propuesta en 1859 en El origen de las especies. Esta es la razón por la que Dennet (1995) la llama “La peligrosa idea de Darwin”. Tristemente, mucha gente ha malinterpretado la idea y, lo que es peor, la ha usado para defender doctrinas políticas indefendibles que no tienen nada que ver con el darwinismo. Espero por tanto que me perdonen si empleo algún tiempo en explicarla tan claramente como puedo.


Todo lo que necesitas para que la selección natural comience es un replicador en un entorno apropiado. Un replicador es algo que se copia a sí mismo, aunque no siempre perfectamente. El entorno debe ser capaz de permitir al replicador crear numerosas copias de sí mismo, aunque no todas puedan sobrevivir. Eso es todo.


¿Puede realmente ser tan simple? Sí. Todo lo que ocurre es ésto: en cualquier generación replicada, no todas las copias son idénticas y algunas son más capaces de sobrevivir en ese entorno que otras. Consiguientemente, hacen más copias de sí mismas y ese tipo de copia se convierte en el más numeroso. Entonces las cosas empiezan a complicarse, claro. La población de copias en rápida expansión comienza a alterar el entorno y eso cambia las presiones de selección. Variaciones locales en el entorno significan que diferentes tipos de copias se las arreglarán mejor en distintos lugares y así surge más complejidad. De este modo el proceso puede producir todos los tipos de complejidad organizada que observamos en el mundo vivo; y, sin embargo, todo lo que necesita es este proceso sencillo, elegante, bello y obvio: la selección natural.


Para concretar algo más, imaginemos un caldo primigenio en el que ha surgido un simple replicador químico. Llamaremos a los replicadores “motas”. Estas motas, gracias a su constitución química, hacen simplemente copias de sí mismas cuando encuentran los compuestos químicos adecuados. Ahora las ponemos en una rica ciénaga química y comienzan a copiarse, aunque con errores ocasionales. Pasan unos millones de años y hay muchos tipos de motas. Las que requieren mucho cieno han agotado los suministros y están decayendo, por lo que ahora el tipo que puede usar, digamos, isocieno, sobrevive mejor. Pronto hay diversas zonas en las que diferentes compuestos químicos predominan y aparecen diferentes tipos de motas. La competencia por los compuestos químicos del cieno se recrudece y la mayoría de las copias muere. Sólo aquellas que, por alguna rara casualidad, resultan tener nuevas y hábiles propiedades, siguen replicándose.



Las propiedades hábiles podrían incluir la capacidad de moverse en el entorno para encontrar el cieno, atrapar un isocieno3-7 y fijarse a él, o construir una membrana alrededor de sí misma. Cuando aparecen las motas con membranas, empezarán a imponerse sobre las motas flotantes y se producen las super-motas.



Pasan otros millones de años y se descubren trucos tales como admitir a otras motas en el interior de la membrana, o la unión de varias super-motas. Aparecen super-mega-motas, como los animales pluricelulares, con suministros propios de energía y partes especializadas que les permiten moverse y protegerse. Sin embargo, estos resultan ser sólo comida para super-mega-motas todavía más grandes. Solo es cuestión de tiempo hasta que una variación aleatoria, junto con la selección natural, produzcan un vasto mundo vivo. En el proceso, se han creado y han muerto billones y billones de motas fracasadas, pero un proceso lento y ciego como este produce resultados. “Resultados” en nuestro planeta incluyen bacterias y plantas, peces y ranas, ornitorrincos, y nosotros mismos.



El diseño aparece de la nada. No se necesita un creador o un plan maestro, y ningún destino final hacia el cual la creación se esté encaminando. Richard Dawkins (1996) lo llama “Escalada al monte improbable”. No es más que un proceso sencillo pero inexorable, en el que se crean cosas increíblemente improbables.


Es importante recordar que la evolución no tiene previsión y por tanto no produce necesariamente la “mejor” solución. La evolución sólo puede proceder desde donde se encuentra ahora. Por esta razón, entre otras, tenemos un diseño de ojos tan raro, con todas las neuronas saliendo por la retina y tapando la luz. Una vez que la evolución se encaminó hacia este tipo de ojo, le tocó bregar con él. No había ningún creador para decir “Oir, empecemos de nuevo, pongamos los cables por detrás“. Ni había un creador que dijera “Venga, vamos a hacerlo divertido para los humanos”. A los genes simplemente no les importa. (...)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Darwin molol

Anónimo dijo...

Que blog tan malo. No lo recomiendo. No lo lean. Jamás. Nunca. Mejor el mio...

--Se los ruego.

Anónimo dijo...

(ps. se me olvidó firmar:

yo, Miguelito.)

Anónimo dijo...

Esa explicación sobre la mota deberian explicarla en las primarias.

Oh incluso en dibujitos para niños de preescolar ^^

De no ser por Darwin los teistas seguirian alardeando hacerca de sus mitos biblicos del creacionismo.

Anónimo dijo...

Un interesante post, además muy divulgativo, deberían leerlo obligatoriamente en las escuelas, pero aún nivel, en el que lo escuhen lo comprendan.

HB dijo...

¿ Miguelito ?!! Nooo !! Hey buen articulo Elberr. por cierto,¿ que es una persona ? Avientate esa entrada, no ?
Un saludo.